viernes, 26 de diciembre de 2008

Reunión


Reunión del 19/XII/2008 en casa del autor.

Para celebrar la presentación del libro, se reunieron los entonces coronel Jorge E. Leal, comandante de la expedición del Ejército Argentino al Polo Sur por superficie, donde arribaron el 10/XII/1965; varios miembros de U.T.7.8 de la Armada Argentina, y el capitán Bloomer-Reeve, de la Fuerza Aérea Argentina (no aparece en la foto), que también arribó al Polo el 3/XI/1965 y días después cruzó hasta la base McMurdo, en el mar de Ross. Fue el vuelo transpolar del Comandante Mario Luis Olezza.

De izquierda a derecha, sentados, el capitán de corbeta Acuña, comandante del DC-4 meteorológico; el general Leal, y el capitán de corbeta Margalot. Parados, los tenientes de fragata Martini y Grondona. Sus edades oscilan entre los 77 y 88 años.-



Ligero resumen del libro

El libro PRIMEROS ARGENTINOS EN EL POLO SUR fue escrito por el capitán de navío Pedro Francisco Margalot, ampliamente conocido por sus viajes a la Antártida y en los círculos deportivos por sus actuaciones a bordo de numerosos yates de bandera argentina y extranjera.
En la temporada favorable 1961-1962, la Armada Argentina elaboró un ambicioso vuelo de reconocimiento y aerofotogrametría en búsqueda de una ruta por el oeste del mar de Weddell a fin de alcanzar nuestras bases en la barrera de Filchner con una navegación más corta y menos azarosa, y también reconocer hasta “la máxima latitud posible” (eufemismo que significaba tratar de llegar al Polo Geográfico Sur), la zona desconocida al sur de las bases Belgrano y Ellsworth, ocupadas por personal del Ejército y el Instituto Antártico respectivamente.
Dos aviones DC-3 comandados por el capitán de fragata Hermes José Quijada conformaban la Unidad de Tareas 7.8, en la que el entonces capitán de corbeta Margalot ocupaba los cargos de Jefe de Operaciones, de Fotogrametría y Navegación.
Estos dos aviones unieron Buenos Aires con la estación Amundsen-Scott (Polo Sur) y regreso, haciendo flamear por primera vez en latitud noventa grados sur el pabellón argentino el día 6 de enero de 1962.
En esta edición de lujo de más de 400 páginas, con cubierta de plástico, croquis, más de 70 fotografías de color y blanco y negro, y una carta de vuelo donde se sitúan por primera vez una gran cantidad de accidentes geográficos hasta ese entonces desconocidos, está escrito con una prosa amena y apasionante para el lector menos ducho en esa zona de fríos y tormentas terribles; y al final, una serie de apéndices permite al lector conocer la situación geográfica de todos los puntos del planeta que se mencionan en sus páginas, como así también una lista de la extensa bibliografía consultada, un nomenclador de palabras poco conocidas y los valores de las medidas mencionadas, como así también unas páginas para comprender fácilmente los sistemas de vuelo utilizados y los elementos (un simple compás magnético y un sextante periscópico a burbuja) con que se contó.
Este apasionante libro no solo abarca el histórico vuelo, sino también recuerda en detalle las más importantes navegaciones marítimas y vuelos polares, tanto los boreales como los australes, sin dejar de recordar la época heroica de la exploración polar acompañando paso a paso a Cook, Ross, Weddell, Piedra Buena, Sobral, Scott, Amundsen, Shackleton, Byrd, Ellsworth, Nobile, Wilkins, etc., para mencionar sólo algunos de los grandes exploradores que han escrito a fuerza de sacrificio y poniendo en juego sus propias vidas cientos de epopeyas que aun hoy nos llenan de admiración y son comparables a las que los modernos astronautas despiertan en las generaciones actuales.
Marino al fin pero argentino antes que todo, el capitán Margalot no olvida tampoco las posteriores llegadas al Polo Sur de sus camaradas de la Aeronáutica y del Ejército, como así también muchos vuelos memorables y expediciones de las tres Fuerzas Armadas, y de la calidad de todos sus hombres.
No encontrará el lector alardes de heroísmos ni muchos relatos de situaciones comprometidas en un medio realmente hostil, pero sin duda alguna todos ellos seguirán al autor apasionadamente cuando en forma algo jocosa relata varios envenenamientos sufridos inevitablemente ante la falta de medios viviendo en carpas sobre la barrera, cuando carne en mal estado y la inexperiencia de un conscripto devenido en cocinero les provocó a los 12 integrantes de los dos aviones y al grupo de apoyo en tierra una terrible descompostura con “derrames superiores y inferiores” en medio de una fuerte nevisca, soplando el blizzard con temperaturas de 15 a 20 grados bajo cero, con un sólo retrete improvisado a 100 metros de las carpas, y un viento con aguanieve que no permitía mantener nada seco . . . Y cuenta risueñamente Margalot que al ver que sus camaradas aguantaron esas situaciones sin una queja, se dio cuenta que sin duda alguna eran de un temple tal que les permitiría afrontar cualquier adversidad que el destino les pudiese poner en el futuro.
También cuenta con lujo de detalles el envenenamiento sufrido al tomar un largo trago de ácido de baterías durante un vuelo en medio de un temporal que zarandeaba los aviones como meros barriletes, y la cuidadosa navegación para llegar al Polo Sur navegando sin cartas una zona totalmente desconocida, donde sólo el sol y alturas y acimutes tomados cada veinte minutos le permitieron arribar luego de una búsqueda cuadrada, ya que la radiobaliza de la estación americana no estaba emitiendo, mientras le aseguraban lo contrario.
El despegue del Polo, a casi 3.000 metros de altura, sobrecargados con más de 33.500 libras de peso, totalmente por arriba de las 25.000 recomendadas, debido a que el apresamiento del averiado rompehielos “San Martín” les obligó a llevar nafta para poder alcanzar su base al norte de la península, en caso que el buque no pudiese alcanzar el fondo del mar de Weddell con combustible, les insumió una corrida de dos minutos y once segundos, ayudados con cuatro “jatos”; y el mismo vuelo entre la estación Ellsworth del Instituto Antártico Argentino y el Polo Sur, que debió volarse en gran parte utilizando nafta de 80 octanos en mezcla rica, porque el rompehielos no pudo navegar y traer nafta de aviación a tiempo, son sólo algunos de los relatos apasionantes que este libro, que no puede faltar en la biblioteca de ningún navegante del cielo o del mar, relatado -repetimos- con una prosa sencilla que apasiona al lector en todos sus capítulos.
Margalot, oficial de cubierta, en todo momento recuerda el profesionalismo de los pilotos, que no fueron elegidos especialmente sino que pertenecían a la escuadrilla de transportes aeronavales. Mientras volaban al Polo Sur, sobre una inconmensurable superficie helada de más de 2.900 metros de espesor, los dos pilotos iban tomando mate como si estuviesen sobre tierra continental; y el libro hasta relata y muestra una foto en colores de un infaltable partido de fútbol, que un siglo atrás también jugaban los hombres de Scott y Shackleton en parecidas circunstancias.
Bienvenido este excelente libro a las bibliotecas de todos los navegantes y amigos de difíciles aventuras, que aquí las tenemos condensadas en un solo libro, que nos recuerda también que los argentinos tenemos presencia permanente en el sexto continente desde principios del siglo pasado.-
19/XII/2008

Recién anevizados en la Estación Aeronaval Capitán Campbell. Al fondo Base Matienzo, sobre el nunatak Larsen.

1º/I/1962 : La U.T.7.8 frente a la torre de auroras de la ECE.

A las 2105 (-3) del 6/I/1962, el CTA-15 sobrevuela la Estación Polo Sur.

Cabo Elías, capitanes Checchi, Quijada y Margalot, y tenientes Grondona, Martini, Dionisi y Pérez frente al mástil que señala el Polo Geográfico Sur.




viernes, 19 de diciembre de 2008

Latitud 90º S

Estas lineas pretenden dar a conocer el recientemente editado libro "Primeros Argentinos en el Polo Sur", de mi autoría. En su presentación, fue recibido con mucho interés tanto por profesionales como por el público en general, que encontraron en un sólo libro escrito de manera amena y sin cansar al lector no ducho en vuelos o navegaciones entre hielos y vida en carpas con más de -60ºC, un exacto compendio de la historia de las navegaciones y vuelos polares; y nos permite recordar a Amundsen, Scott, Shackleton, Peary, Byrd, Piedra Buena, Sobral, etc. Nos recuerda también lo difícil que fue la "época heroica", cuando no había ropas especiales ni carpas térmicas, ni alimentos concentrados, ni GPSs, ni aviones que vuelan esas latitudes a más de 250 nudos, ni toda la tecnología que permite en estos años hasta confortables viajes de turismo.
Como poseedor de una Gracias a Dios excelente memoria pese a mis años, y poder contar también con todos mis Diarios, apuntes, fotos, croquis y duplicados de notas oficiales de la época, y haber participado activamente en todas las decisiones, y contado con la ayuda de los sobrevivientes de nuestro vuelo, como así también las experiencias y recuerdos de hombres del Ejército y de la Fuerza Aérea que han estado en el Polo Sur después de enero de 1962, y reforzado por una más que extensa biblioteca personal, una famosa enciclopedia e Internet, que me permitieron sacarme todas las dudas posibles, esta obra pudo nacer como una parte fundamental de mi vida y hacerme vivir también varias vidas paralelas a lo largo de varios siglos.
En mis sueños navegué junto a James Cook, y camine nuestra Patagonia y las Galápagos conversando animadamente con Charles Darwin, y estuve escuchando las interminables e increíbles aventuras de Peter Freuchen, y también cambiando ideas con John Harrison cuando diseñaba su primer cronómetro marino, que permitió a los navegantes librarse del fantasma del cálculo de la longitud. Todos ellos fueron mis amigos en mis sueños, y yo también acompañé esquiando a Amundsen y sus camaradas cuando en diciembre de 1911 iban camino a la gloria en Latitud 90º S.-